Corazón Salto

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sábado, 28 de marzo de 2015

Inteligencia Económica

Mi columna de opinión semanal en Notiminuto


La economía es el mayor desafío al que tiene que hacer frente la Revolución Bolivariana, y por supuesto el gobierno del Presidente Nicolás Maduro.
Las razones para esto son obvias para quienes vivimos en Venezuela, pues en los últimos dos años hemos podido constatar en carne propia los efectos, en forma de inflación y escasez, de la turbulencia económica que sacude a nuestro país.
La buena noticia es que hoy por hoy toda la sociedad venezolana está consciente de las dificultades a las cuales nos enfrentamos y, factor tal vez más importante, también lo está todo el chavismo.
La segunda buena noticia es que también hay claridad acerca de los males que estructuralmente afectan a la economía venezolana. A la ya conocida vulnerabilidad a la cual expone la dependencia de la renta desde un punto de vista macroeconómico, los 15 años de Revolución han añadido la evidencia de que la viabilidad a largo plazo de un “Estado social de Derecho y de Justicia”, necesita resolver la difícil ecuación del incremento de la riqueza. El Comandante Chávez claramente identificó en los años 90 del siglo pasado que existía una gigantesca “deuda social” acumulada tras casi un siglo de rentismo petrolero, y se dedicó inmediata y efectivamente a saldarla, tomando control político de la renta e iniciando un ambicioso y generoso proyecto de democratización de su uso. Tal vez uno de los grandes legados de Hugo Chávez para la historia larga de Venezuela, esa que se leerá cuando todos quienes le hayamos conocido ya no estemos de cuerpo presente, haya sido el de echar las bases materiales de la democracia en la cual vivimos, y haber abonado a la historia universal ese ejemplo contundente de que un proyecto auténticamente republicano reposa necesariamente sobre sólidas fundaciones sociales. En el año 2015, está claro que nuestro problema cambió de naturaleza, pues la renta nos permitió saldar la deuda e incluso ir un poco más allá, pero para seguir transitando por la senda que Chávez trazó, ahora tenemos que crear las riquezas que queramos eventualmente socializar, pues la renta ya no es suficiente.
Y la tercera buena noticia es que esta toma de consciencia se ha hecho sin que hayamos experimentado, ni los venezolanos ni el chavismo, un proceso de normalización o “aggiornamento” ideológico. Como lo he dicho en ocasiones anteriores, el pueblo venezolano no pide un cambio de modelo, sino exige, como es de esperarse, que el modelo que escogió funcione correctamente y se perfeccione, se adapte, evolucione con sus circunstancias. Por su lado el chavismo, el gobierno y el Presidente Maduro en primera instancia, han demostrado tanto en palabra como en acción su absoluta lealtad y compenetración con el proyecto originario de Chavez. Está más que claro, al frente del gobierno tenemos a un Presidente chavista y socialista.
¿Entonces dónde está el problema? Hoy más que nunca pienso que nuestro problema es mucho más sencillo de lo que nos imaginamos. Precisamente porque no tiene que ver con cuestiones trascendentales como son la ideología, el gran proyecto político de largo plazo, la formulación de la visión de la sociedad a futuro. O no totalmente por lo menos. En el Plan de la Patria, por tomar el programa político del chavismo, están plasmados un conjunto de objetivos materiales concretos a los que la sociedad venezolana adhiere en su mayoría, como lo demostró aprobando ese programa dos veces en los años 2012 y 2013. Nuestro problema en realidad es cómo alcanzar esos objetivos. Con qué herramientas concretas de política económica. Nuestro problema no es de definición ideológica. ¡Nuestro problema es de gestión!
Para ponerlo en términos concretos, una política cambiaria con tres tipos de cambio no es más (ni menos) socialista que una política de un solo tipo de cambio. En ninguna parte está escrito que la frontera ideológica entre socialismo y capitalismo se sitúa entre quienes defienden un tipo de cambio fijo y subsidiado, y quienes abogan por un tipo de cambio móvil a un precio de equilibrio. Todo eso no son más que herramientas de política, y la única pregunta pertinente es si unas u otras nos permiten alcanzar los objetivos políticos que nos hemos trazado. Si son herramientas que nos permiten resolver problemas, o si por el contrario nos generan más problemas de los que nos resuelven. Para ponerlo otra vez en términos muy concretos, la pregunta sería si mantener un dólar al tipo de cambio fijo de 6,30 BsF es la única vía para tener alimentos y productos de primera necesidad a precios solidarios en Mercal. Yo, claramente, pienso que no lo es. Porque además, la existencia simultánea de otros tipos de cambio separados por un gran diferencial de precio, ofrece un terreno fértil para la especulación financiera a la que se dedican quienes le hacen la Guerra Económica al Presidente Nicolás Maduro, a la Revolución y a todo el pueblo venezolano.
Igual debate se plantea sobre nuestra deuda externa. Al contrario de lo que pretende la derecha, la deuda financiera venezolana, de apenas 80.000 millones de dólares en valor nominal, representa menos de un tercio de nuestro Producto Interno Bruto, es decir menos de 30% de las riquezas que produce Venezuela en un año. Pero como producto de los prejuicios políticos de las agencias calificadoras internacionales con la Venezuela bolivariana (otro ingrediente de la Guerra Económica), los intereses que pagamos por esa deuda son exorbitantes, y van directamente a los bolsillos de los grandes fondos de cobertura (Hedge Funds) que poseen buena parte de nuestra deuda. En consecuencia, tener una política de diálogo con los mercados financieros para disminuir el costo de la deuda venezolana no es vender su alma al capitalismo, sino ahorrarle hasta 5.000 millones de dólares anuales en intereses a la Patria, para que los invierta en bienestar para el pueblo. De hecho, un efecto “positivo” de nuestra mala calificación crediticia es que nuestra deuda se cotiza a un precio muy bajo, es decir que su valor total de mercado no supera los 30.000 millones de dólares. Desde hace 2 años hace mucho sentido que el mismo Estado recompre su deuda con un gran descuento, y deje de ser castigado con el pago de intereses. Eso se llama una política de “Gestión de Pasivos”, que no es ni capitalista, ni socialista, sino que es la política más inteligente que se puede tener. ¿Qué fue lo primero que hizo Yanis Varoufakis, el ministro de finanzas marxista del nuevo gobierno griego? Se fue corriendo a sentarse con sus acreedores y con la antigua Troika. No para vender su alma, sino para defender su política.
Estas y muchas otras cuestiones económicas han estado en debate a lo largo de los últimos meses, y para cada tema importante han surgido desde el chavismo un conjunto de propuestas razonadas y fundamentadas. Pero siempre pareciera que lo que nos impide avanzar es no tener la seguridad de si el chavismo y la mayoría de la sociedad está dispuesta a apoyar que nuestro gobierno tome un conjunto de iniciativas ambiciosas para recuperar la solidez y el dinamismo de la economía venezolana. La única forma de saberlo es lanzar el debate hacia la sociedad, y explicar de manera muy transparente qué objetivos se quieren alcanzar con qué políticas. Estoy seguro de que el pueblo venezolano tiene, como en muchas otras áreas, la inteligencia económica de sobra para participar en ese debate, y al final del camino apoyar a su Presidente en lo que tenga que emprender para asegurar que en Venezuela haya chavismo para rato.

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